Aunque Sudáfrica esté a más de ocho mil kilómetros de distancia de Portugal y casi en el otro extremo del globo, al llegar a tierras africanas la selección lusa se dio cuenta de que jugará la Copa Mundial de la FIFA en casa. El entusiasmo en torno a la Selecção das Quinas ha superado las mayores expectativas, desde entrenamientos con la presencia de más de dos mil seguidores a un partido de preparación que llenó la catedral del críquet sudafricano. La comunidad portuguesa no podría sentirse más ilusionada y ansiosa por el estreno de los Navegadores en el certamen de 2010.
Acostumbra decirse que hay un portugués en cada rincón del mundo, y si bien esa generalización quizás resulte exagerada, todos los adjetivos se han quedado cortos para describir estos primeros días del combinado luso en el extremo sur del continente. Es cierto que no constituye estrictamente una sorpresa, teniendo en cuenta que en el país viven más de 500.000 portugueses o descendientes de portugueses, pero el extraordinario ambiente que se ha creado desde la llegada de Portugal a Johannesburgo muestra de manera bien clara el orgullo que la camiseta verde y roja representa en estas latitudes.
Marea lusitana
Decenas de coches y motos, debidamente pintados con los colores nacionales, acompañaron el viaje entre la gran metrópoli y la pequeña ciudad de Magaliesburg, donde se alojará el equipo durante el torneo, un simple aperitivo de lo que iba a ocurrir. Ese mismo domingo, la selección realizó un entrenamiento a puertas abiertas para el que se distribuyeron cerca de 1.600 entradas, y que los aficionados vivieron como si se tratase de un verdadero (e importante) partido de fútbol. Con una fiesta tremenda, cánticos, palmas y, claro, muchas, muchas vuvuzelas.
El instituto de secundaria de Bekker se quedó pequeño para recibir a todos los que querían ver de cerca a Cristiano Ronaldo y compañía, y la situación se repitió, a una escala incomparablemente mayor, en el último encuentro de preparación para la Copa Mundial de la FIFA.
Portugal se midió el martes 8 de junio con Mozambique, y el escenario elegido para el choque fue nada menos que la catedral del críquet, un deporte muy apreciado en Sudáfrica. La cancha de Bidvest Wanderers dispone de un aforo de unas 34.000 localidades, y aunque la contienda se disputó en la tarde de un día de semana, no quedó ni un único asiento vacío. La competición todavía no ha empezado y Portugal ya abarrota estadios.
Caso único en el torneo
El enorme cariño que los hinchas han brindado al conjunto portugués ha sido bien correspondido. Además del triunfo sobre Mozambique, algo que siempre sabe bien aun cuando fuese un amistoso, los responsables de la selección han organizado un programa que permite un gran contacto con la enorme comunidad lusa radicada en Sudáfrica.
De las 32 formaciones participantes en la Copa Mundial de la FIFA, Portugal es la única que ha establecido un esquema de entrenamientos con más de una sesión a la que puede asistir el público. Y mucho más que eso. Hasta el final de la primera fase, el cuadro de Carlos Queiroz realizará más de cuatro sesiones de trabajo a puertas abiertas, la primera de ellas este miércoles, de nuevo en el instituto de Bekker, en Magaliesburg, Mogale City.
Es el modo de recompensar la simpatía de todos aquellos que viven muy lejos de Portugal y para quienes el torneo reviste más importancia si cabe. Porque el fútbol es mucho más que un juego. También sirve para unir, o reunir, culturas y pueblos separados por muchos millares de kilómetros.
